Nelson Mandela murió el pasado día 5 de diciembre en su casa de Johanesburgo, después de casi seis meses ingresado en hospital de Pretoria. Más que un hombre, Sudáfrica perdió ayer a “un padre”, al “hijo más grande”, anunció el presidente, Jacob Zuma, en un discurso televisado a toda la nación desde los Union Buildings, la sede del Gobierno en Pretoria. La muerte de Mandela se produjo hacia las 20.50 hora local (una menos en la Península). “Mandela se ha ido en paz y rodeado de su familia”, informó un Zuma visiblemente afectado, que anunció que todas las banderas del país lucirán a media asta hasta el día del funeral. Con Mandela no sólo muere un hombre, un presidente sino que se va un icono y símbolo de la paz y de la reconciliación a nivel global.
Y Sudáfrica no quiere ahorrar en protocolo para despedirle. Madiba, como se le conoce en el país, tendrá un funeral de Estado, previsiblemente el próximo 14 de diciembre, en el que con toda seguridad asistirán las más altas representaciones políticas, sociales y culturales de todo el mundo. Mandela no era un santo, como él mismo no se cansó de repetir ante los elogios que casi lo elevaban a los altares, pero ya en vida pasó a la historia mucho más allá del hombre.
Tres años y medios hacía que el viejo presidente no aparecía en público, desde el final de la Copa del Mundo de Fútbol, en julio de 2010. Pero Mandela ha continuado estando presente en la vida política y social del país. No hay nadie que no se reclame heredero de su legado, quien no apele a su imagen para recaudar fondos para proyectos sociales que diluyan las sangrantes desigualdades sociales que aún hoy coinciden mayoritariamente con las raciales. Mandela no ha podido ver, por ejemplo, ni empezadas las obras del hospital infantil que llevará su nombre por falta de fondos. En cambio, ha construido una fundación muy activa no sólo en recordar su espíritu sino en promover campañas solidarias, como el Día Mandela, en el que anima a dedicar 67 minutos a actos en favor de la comunidad.Zuma tuvo palabras de cariño para su extensa familia, empezando por su mujer Graça Machel, su exesposa Winnie, sus tres hijas, nietos y bisnietos, olvidando los disgustos que el clan ha dado al Gobierno al airear sus diferencias y trapos sucios en público. Unas disputas que han enrojecido a los sudafricanos, acusando a los parientes de no respetar la memoria de su padre.
Mandela deja huérfana a una Sudáfrica y se va en vigilias de que el país celebre el 20 aniversario de la democracia que tanto ayudó a conseguir. “Hemos perdido al más grande de sus hijos, como el hijo que pierde a su padre”, afirmó Zuma, al tiempo que señalaba que no sólo es una pérdida para el país sino que su adiós será sentido con el mismo dolor en todo el planeta. “Su humildad, su compasión, su humanidad le hizo ganarse el cariño de millones de personas de todo el mundo”. Un ejemplo de ello es que apenas se comunicó oficialmente la muerte en Pretoria, en Washington el presidente Obama daba cuenta de su pesar.
Madeleen Engelbrecht, una ingeniera afrikáner, aseguró anoche estar “consternada” y explicó que se temió “lo peor” cuando la radio de su coche cortó la emisión para dar una última hora. “Me parece mentira, aunque ya estaba muy mayor, me da mucha pena”, admití mientras mostraba su emoción acariciándose los brazos.
Con Mandela se va el “padre de la nación”, el líder que reconcilió un país que durante siglos, en el colonialismo y el apartheid, vivía discriminando a los no-blancos. Nadie como él para pedir a su gente que fuera generoso con los blancos. Él que había estado condenado por traición a cadena perpetua y pagó su lucha por la igualdad con 27 años de cárcel. Un profeta en su tierra.
Fuente: El País, Wikipedia
No hay comentarios:
Publicar un comentario