APRENDEMOS A SER RACISTAS
El último en expresar su disconformidad, su amargo lamento, fue Nosa, mediocentro nigeriano del Betis. Fue la semana pasada tras marcarle un gol al Sevilla, cuando se marcó una doble peineta. Horas más tarde, digerida la furia, se excusó en Twitter: “Pido disculpas a los aficionados por el gesto, pero no voy a tolerar el abuso racial que estaba recibiendo de unos pocos aficionados descerebrados”.
Fue el último de una larga lista de vilipendiados, toda vez que no es extraño escuchar gritos simiescos desde las gradas de cualquier estadio, incluso episodios peores como lanzar bananas y cacahuetes. La multa, al club, suele ser de 601 euros; el daño, terrible. “En Italia también me hacían el ruido de los monos. Nos fijamos en la piel, el idioma, y olvidamos que el ser humano es mucho más complejo”, convino Lilian Thuram, exfutbolista del Barça y Juventus, que realizó ayer una charla para concienciar a la sociedad contra el racismo, tema que le preocupa y domina, como explico en su libro Mis estrellas negras. Junto a él estaba el escritor marroquí Tahar Ben Jelloun, afincado en Francia y lejos del fundamentalismo, pero gran defensor de la igualdad, como su pluma aclaró en Papá: ¿Qué es el racismo? y La primavera árabe, entre otras muchas obras. “La crisis, fabricada por gángsteres, ha puesto de relieve que hay depredadores que han jugado con dinero. Pero también se ha acentuado los instintos más malos. Y se odia al vecino… se busca cabezas de turcos. Continúa el racismo”, resolvió Ben Jelloun en el acto organizado por la Fundació FC Barcelona bajo el título de “El racismo sigue aquí, nosotros también”.
— “¿Quién cree que el hombre está por encima de las mujeres?”, cuestionó Thuram por la mañana, en otro de sus actos, en el instituto IES Oriol Martorell.
— “Yo”, se atrevió un niño.
— “Sube y explícanos el porqué”, le conminó el exfutbolista.
— “Porque el hombre trae el pan a casa”… se arrancó el chico.
— “El racismo es una construcción cultural y económica. Se ataca desde la base, desde la educación”, respondió en tono didáctico Thuram, que prosiguió con su charla. Algo, en cualquier caso, que el CCCB no pareció compartir, al punto de que cobró la entrada a los estudiantes, también a la prensa que no estaba en la lista. “Todos pagan tres euros”, se excusaron desde la entidad. Y es, precisamente, la crisis económica el resorte que subraya el racismo.
“Hay una única buena noticia”, antepuso Ben Jelloun, siempre ácido porque ya cuando le dieron el prestigioso premio Goncourt en 1987 dijo eso de “soy el primer moro en ganarlo”; “el parlamento francés ha decidido suprimir la palabra raza de la Constitución porque solo hay una raza humana”. Centrado primero en Francia —“ahí se da actualmente la islamofobia; antes se odiaba a los judíos, luego a los árabes, nunca quisimos mucho a los africanos… y ahora hay miedo, inseguridad y fantasmas con el islam, que es la segunda religión del país y eso no lo traga nadie”, luego se centró en la denominada primavera árabe, que acabó con las dictaduras de El Abidine Ben Ali en Túnez y de Hosni Mubarak en Egipto, pero lamentó la falta de continuidad. “Gobiernan partidos ajenos a la revolución, el problema es que la democracia se aprende en la escuela”. Recogió el testigo Thuram: “No nacemos racistas, sino que aprendemos a serlo. Se divide y se establecen jerarquías… Es una construcción política irracional. Arriba el blanco; abajo, el negro”.
Thuram, que rechazó la oferta de Sarkozy en 2008 de ser ministro francés porque “cree que la inmigración es un problema para la identidad nacional”, cambió de nombre al dejar su Guadalupe natal y llegar a París —“me llamaron Noiret, una vaca negra muy estúpida que compartía dibujos animados con otra blanca muy inteligente”— reivindicó: “Solo existe la raza del Homo sapiens. Pero el racismo es una cuestión intelectual y se torna en emocional, cuando ya no se puede controlar”. Cerró Ben Jelloun: “Siempre me preguntan si ha disminuido el racismo desde Papá: ¿Qué es el racismo? La respuesta es no, pero se debía escribir”.