La izquierda a la derecha en economía. La derecha, a la izquierda en divisiones y falta de liderazgos. Ambas copian a la extrema derecha en sus guiños contra Europa y contra la inmigración. Y ahí está el resultado: la extrema derecha gana unas elecciones parciales y se sitúa por primera vez en cabeza de los sondeos, concretamente para las elecciones europeas. Esto sucede en Francia, pero de forma menos escandalosa está sucediendo en todas partes.
La fórmula que funciona es la suma de tres factores: nacionalismo, rechazo del extranjero, abominación del establishment político. Quien la ha encontrado en Francia es el Frente Nacional, el partido tradicional de la ultraderecha, pero en otros países quienes declinan estos temas, todos juntos o de forma parcial, son una multitud de alternativas políticas, a veces perfectamente honorables, que prosperan en sondeos y elecciones cabalgando en la antipolítica y a costa de los partidos y de las ideologías tradicionales.
Incluso los más puros, como los grillini del italiano Movimiento Cinco Estrellas, se hallan bajo los efectos magnéticos de las ideas que vienen, a veces camufladas, de las fuentes emponzoñadas del extremismo. Su jefe, el cómico Beppe Grillo, está a favor de mantener el delito de inmigración ilegal que impusieron Bossi y Berlusconi y ha confesado en su blog que escondió sus ideas para poder pescar votos de todos lados.
No estamos ante un movimiento pendular, sino en un mar de fondo que viene de lejos, tan lejos como las ideas del Frente Nacional, que ha sabido convertirlas en respetables y en alternativa creíble. Así es como podemos prepararnos para encontrarnos con un Parlamento Europeo en el que tendrán un peso enorme los eurodiputados antieuropeos, xenófobos y chauvinistas, en un momento especialmente delicado para la UE, cuando estamos a punto de realizar la unión bancaria y nos enfrentamos a retos como el de la inmigración, tan cruelmente planteado por la tragedia en la costa de Lampedusa.
Las elecciones europeas no suelen movilizar a los electores, que nos las tomamos como si fueran un voto gratis, una especie de salva de advertencia especialmente útil para castigar a quienes gobiernan. Es una visión errónea, sobre todo después del Tratado de Lisboa, que ha incrementado los poderes del Europarlamento y le ha proporcionado mejores palancas de acción e influencia frente a la Comisión y al Consejo. De los electores europeos depende ahora que el próximo mes de mayo situemos a una fuerza populista antieuropea en el corazón representativo de la UE. Además de trabajar legislativamente contra Europa, esos diputados representan exactamente los valores más contrapuestos a la unión de los europeos: las fronteras, los enfrentamientos entre nacionalismos y, sobre todo, la exclusión del extranjero. Son el partido de la anti-Europa.
Lluís Bassets (El País 13/10/2013)
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