miércoles, 29 de mayo de 2013

El concepto de raza: una falacia


  1. Hace ya más de 30 años que científicos de todas las disciplinas, reunidos en Atenas en el marco de la UNESCO, llegaron a la conclusión unánime de que la división de la humanidad en «razas» era, en el mejor de los casos, una «convención arbitraria» y en el peor una absoluta falacia.

Todos los seres humanos procedemos de un tronco común. Todos pertenecemos a la especie «Homo Sapiens» y, según algunos investigadores, todos provenimos de poblaciones que vivían hace más de cien mil años en África. Así, la variación de la pigmentación de piel comenzó cuando estas poblaciones abandonaron África y se fueron a otras latitudes. Es decir, se extendieron por toda la tierra.
La pigmentación -o para decirlo de una manera más sencilla aunque no del todo correcta, el color de nuestra piel- está condicionada por factores climáticos, geográficos, biológicos…Y, a lo largo de decenas de miles de años, nuestros lejanos antepasados han ido trasladándose de un lugar a otro de unas condiciones climáticas a otras. A grandes rasgos, existe una relación directa entre la pigmentación de la piel y la radiación solar recibida (rayos ultravioleta). La radiación ultravioleta penetra en las primeras capas de la piel. Después de un proceso de síntesis, se convierte en vitamina «D» activa. Esto nos da el color de la piel. Una vez producidos los cambios derivados de la adaptación, estos se transmiten mediante los genes. Sin embargo, la pigmentación de la piel fijada en el bagaje genético no es más que una pequeña parte de los elementos que configuran el «retrato» genético de una persona. Así, los científicos han descubierto, por poner un ejemplo, que la distancia genética entre dos seres humanos con la misma pigmentación de piel puede ser igual o superior a la que se puede encontrar, por ejemplo entre un nigeriano y un sueco. Quién es de «raza blanca»? El español autóctono con rasgos árabes o el que tiene el cabello rubio y los ojos azules o verdes o negros…? El concepto de «raza» se ha se creó por el Estado -y se presta aún hoy en día- a manipulaciones siempre interesadas. Con ello se ha querido dar sentido a las conquistas territoriales y a los genocidios, ha sido una excusa para procurarse ventajas económicas, prestigio, poder… Los protagonistas de la falacia podrían haber destacado el tamaño de las manos o de la nariz para dividir al mundo en grupos antagónicos, y tendrían la misma falta de bases científicas.

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